Friday, November 14, 2014


Llamas encendidas que se avivan como antorchas imperecederas en la oscuridad, se agitan con tan solo una leve brisa.
El color siempre mutable, variable con los primeros rayos de luz, entre tono de fuego y tono de sol, se estremecen con gentil alboroto, y se desploman enmarañando el cielo.
Mientras ellos lentamente pierden su colorido follaje de lumbre, yacen allí inertes, desprotegidos, cadavéricos con sus ramas desnudas, esperando la llegada del primer florecimiento.

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